“EL MAESTRO ES UN GUÍA”
Por:
Esther Alexandra Garwer
Si parto de las premisas que
me indican por una parte que, maestro es aquel al que se le
reconoce una habilidad extraordinaria en la materia que instruye,
debiéndose entender que lo anterior no es sinónimo forzoso de
“docente”, a quien en materia de educación en cualquiera de los
niveles de instrucción, se visualiza como un agente efectivo en el
proceso de enseñanza-aprendizaje, dadas sus habilidades y formación
para transmitir sus conocimientos en determinada ciencia o arte a
sus estudiantes de la mejor forma posible, haciendo uso de diversos
medios, dinámicas, técnicas y herramientas de apoyo en el franco
ejercicio de su dedicación y profesión, mismo que a su vez puede
ejercer dentro de cualquier instancia pública, privada o por su
propia cuenta (como profesional libre o bajo la modalidad de una
contratación específica con su empleador); y que por otra, guía
es aquella persona o todo aquello que tiene por objetivo y fin
conducir, encaminar y dirigir algo para que se llegue a buen puerto
seguro en la actividad o cuestión que se realice de acuerdo al
contexto en lo cual se desee aplicar.
Ahora bien, basada en todo lo
antes apuntado, es menester de mi parte previo a exponer o concluir
según mi criterio personal acerca de que, si “el maestro es un guía”
plantearme las siguientes interrogantes: 1).- ¿Todo lo que guía
puede atribuírsele a la labor de un maestro?, 2).- ¿Y todo aquel que
se nos presenta como maestro es capaz de guiar? De ser así,
respondiéndome reflexivamente sobre la primer interrogante encuentro
que, objetos como mapas, documentos históricos, libros y archivos de
temas variados, guías telefónicas, torres de control, señales de
tránsito, historiales médicos, expedientes personales, registros
nacionales de identificación de personas, cumplen con la eficaz
función de guiar de conformidad al interés y objetivo específico de
quien busca datos amplia y suficientemente útiles para sí, su
comunidad o la actividad que desea concretar de acuerdo a su
especialidad ¿debería todo o anterior ser considerado como
“maestros” por la eficaz manera de guiarnos en la búsqueda de
nuestro objetivo? Concluyo que, de ninguna manera. Ahora bien,
tratando de resolver para mí misma, el segundo dilema planteado,
diré que, en mi experiencia a lo largo de mis 36 años de vida, he
conocido personas a quienes su oficio ha etiquetado como “maestros
constructores o de obra”; “maestros cerrajeros”; “maestros ebanistas
o carpinteros”; “maestro de la moda”; “maestro del balón pie”;
“maestro mecánico”, ya que, más que por una instrucción formal
reciba en alguna institución técnica, la adquirieron por la
transmisión de conocimientos generacionales, los cuales suelen ser
resultado de una tradición y ocupación familiar que han aprendido
satisfactoriamente he ido desarrollando así como mejorando con el
paso de los años de manera hábil su destreza impregnada de notoria
extraordinariedad en la materia que ejercen y que a su vez continúan
transmitiendo de una generación a otra, bajo los mismos estándares
de dedicación, consejos en la forma de inducir al aprendiz en la
preparación, las orientaciones dadas a lo largo del proceso
relacionadas al debido y correcto cuidado de la acción que se
ejerce, el análisis y observación, perfección, incentivo a la
creatividad y arte así como las implicaciones que en relación a la
responsabilidad de la entrega de un producto bien acabado asumen.
¿Son éstos personajes sin instrucción formal a quienes respetamos
por su innegable destreza y habilidad en el arte de cualquiera que
sea su oficio “maestros”? Yo pienso que sí.
En conclusión:
No todo guía representa la transmisión de una habilidad
extraordinaria generada por un maestro. Pero un maestro aún y cuando
no cuente con la formación técnica o profesional pero sí sea en él
reconocida su invaluable experiencia y notoria habilidad y destreza,
puede perfectamente ser un guía en la materia que instruye. ¿Por qué
tal afirmación? Simple: porque un mapa, el contenido de libros, las
señales de tránsito, las trasmisiones en clave, lo gráfico e
iconográfico, etc., aunque en útil y buena medida nos pueden
orientar, no son capaces de dedicarnos cálidamente el consejo
requerido en caso de duda, o la orientación a seguir en caso de no
tener claro el límite de nuestro objetivo, o la explicación lógica y
coherente en el proceso de prueba y error. Esto porque lo anterior
simplemente constituye una parte de las frías representaciones de
experiencias o indicaciones plasmadas en los textos, la mayoría de
ellas universalizadas en formas de leyes, fuentes, códigos y
señales, proporcionadas para ser utilizadas pero no para ser
admiradas como sujetos de imitación o discipulado. De allí nuestra
inherente necesidad de apreciar la guía a ése sentido de
seguridad o confianza, asesoría y apoyo que sólo la figura de un
hombre o mujer hábil, talentoso, único e invaluable, es capaz de
impulsarnos, inspirarnos, corregirnos y alentarnos a proseguir en ése viaje,
donde esperamos concluir de forma acertada, garantizada y segura el
atracamiento final y exitoso de nuestra aventura a puerto seguro.
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