jueves, 31 de enero de 2013

HEREDEROS DESHEREDADOS

HEREDEROS DESHEREDADOS 


Por: Esther Alexandra Garwer

Herederos de una identidad propia antes de la trágica e histórica colonización, los hombres blancos de la civilización europea, invadieron inmisericordemente nuestra tierra; erguidos en su arrogancia y vestidos majestuosamente de ambición y destrucción, arrasaron y desarraigaron impunemente a toda una raza de civilizaciones, tribus y grupos de ancianos, hombres, mujeres, y niños, inferiores a su criterio, tan solo por el hecho de vivir, actuar, hablar, vestir, pensar y desarrollarse socialmente de forma diferente a todas las normas culturales conocidas por ellos, hasta entonces propias de las culturas avanzadas. 

Ya desheredados, fuimos sometidos durante tres siglos a un largo e inhumano proceso de civilización, donde la raíz de nuestros orígenes había sido suprimida, por la de una cultura superior que se imponía a la nuestra, pero que también nos negaba el derecho de ser considerados hijos de esa nueva madre tierra. Así, los indios de estas latitudes en su caótica y triste, pero nueva y desarrollada realidad, debían avanzar hacia un horizonte reconocido con familiaridad, y heredado natural y gratuitamente, solo que, ahora y en lo sucesivo repleto de nuevas costumbres en territorio invadido.

Los agradecidos entonces, por el progreso y las nuevas oportunidades de vida importadas de otra cultura perversamente civilizada, fuimos resurgiendo como innumerables grupos de mestizos aislados geográficamente unos de otros, dejaron que, el liderazgo de un grupúsculo de criollos sin identidad propia, ni sentido de pertenencia que socavó hasta nuestra libertad, entregara en nuestra impotencia, toda la riqueza que poseíamos, a cambio de un hablar, vestir y vivir cristiano, controlado hasta la fecha, por el sometimiento de una interminable cadena de mandos que nosotros, los mentalmente conquistados, estamos supuestos a acatar para sobrevivir en el nuevo mundo creado por nuestros memorables y benéficos conquistadores. 

 Honduras, declarada hoy nación libre, soberana e independiente, y ya con casi más de siete millones de habitantes, se levanta en busca del progreso arrastrando en si un inconsciente colectivo de quinientos años de sometimiento, que le impide levantar los ojos para si y los de su clase ver hacia donde nos conducen. Somos desdichadamente legatarios de una nación forjada en medio de la división, corrupción, discriminación, sometimiento, incertidumbre, y retraso, dominada hoy por hoy, por descendientes de inmigrantes que, por la instauración del nuevo orden de explotación capitalista, poco o nada valoran éstas tierras, excepto por las voluminosos e incalculables ganancias que les generan, y mucho menos sus pobladores, a quienes menosprecian pero utilizan para sostener su status quo, quedando los mestizos de ésta nación en lo que hemos prolongado hasta legitimar al tuerto como rey, bajo la inútil e irresponsable creencia que ellos por ser la clase social dominante resolverá las responsabilidades históricas que en realidad nos conciernen a todos, y que como antes, actualmente solo les beneficia a ellos mismos. Ya es tiempo de abrir no solo nuestros ojos, sino también nuestra boca, y de hacer valer la voluntad soberana de un pueblo y no de grupos ni facciones de inversionistas sin sentido de identidad nacional o de colores que desconociendo las bases de la sociedad sobre la que se erigieron minan la voluntad y la conciencia así como limitan las oportunidad de gobernar bajo la premisa de un estado de verdadero bienestar y seguridad PARA TODOS LOS QUE HABITAMOS ESTE PAIS, sin importar cuál sea la ideología que profesen para cumplir con éste fin. 

Lo que pensamos y expresamos cuenta. Aprendamos a creer en nosotros mismos como hondureños y hondureñas. Reconozcamos nuestra auténtica herencia. Valorándonos, valoraremos nuestro País. Si cambias tú mentalidad, cambias Honduras; no podemos crear un país diferente con gente indiferente.

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