jueves, 31 de enero de 2013

TEGUCIGALPA CIUDAD DE TODOS BAJO RESPONSABILIDAD DE NADIE



TEGUCIGALPA: CIUDAD PARA TODOS BAJO RESPONSABILIDAD DE NADIE


Por: Esther Alexandra Garwer

"Los arqueólogos que descubrían las ciudades muertas de la antigüedad, los autores de guías, los Cicerón que recortaban el mundo del arte europeo en capas urbanas, contribuyeron a que se pudiera pensar en la museificación de la ciudad antigua".

 La historicidad de una ciudad es el resultado de un proceso temporal que construye una realidad urbana y arquitectónica. La decisión política y social genera una realidad llena de valores comunes que, en el momento actual, no existe, pero que queremos mantener y enriquecer, alcanzando el mismo adecuadamente mediante el proceso de conocimiento y difusión de cómo se produce lo que hoy conocemos como ciudad histórica y cuales son los elementos que han condicionado su correcta evolución. La Ley de Patrimonio Histórico español define el conjunto histórico como "la agrupación de bienes inmuebles que forman una unidad de asentamiento continua o dispersa, condicionada por una estructura física representativa de la evolución de una comunidad humana por ser testimonio de su cultura o constituir un valor de uso y disfrute para la colectividad”. Asimismo es Conjunto Histórico cualquier núcleo individualizado de inmuebles comprendidos en una unidad superior de población que reúna esas mismas características y pueda ser claramente delimitado.
 
Sin embargo, Tegucigalpa hoy, como ciudad patrimonial, o casco histórico no ha sido valorada debido a la forma abrupta e incontrolable en que los migrantes se establecieron a fin de asegurar sus necesidades de educación, salud, seguridad, oferta de empleo, y gestión política en lo que, otrora fuera un poblado provisto de un apacible, especial e inigualable paisaje y clima; poblado favorable para el asentamiento de los intereses políticos del momento en aquellos aspectos más importantes y de primer orden que le permitieron por ende optar a un nombre que va más allá de la simple clasificación territorial otorgada por la normatividad jurídica con fines de organización política.

Por ello, es de suma importancia que los hondureños entendamos que, los cascos antiguos de las ciudades históricas, son depositarios de los rasgos de cultura más representativos de la sociedad en su conjunto, y que están sufriendo procesos de cambio críticos que, lejos de atender a sus necesidades reales, contribuyen a su progresiva degradación y su consecuente pérdida de identidad como elementos de cohesión cultural. Los organismos de gestión creados para su protección y salvaguarda han sido rebasados y su escasa o nula comprensión por parte de las autoridades estatales y la población misma, arrastra a estas zonas de la ciudad histórica hacia la destrucción, pérdida y tipificación de sus valores sociales y culturales.

De ahí que, la reputación de ésta ciudad producto de su crecimiento desordenado dentro de una urbanización no planificada, con vías insuficientes y en mal estado, son algunas de las ausencias regulatorias que impiden el desarrollo normal de los requisitos fundamentales para la organización de un asentamiento poblacional que aspire a ser reconocido y valorado como ciudad, dado que, se ha visto envuelta y sujeta a severas críticas y precariedades como consecuencia por una parte, de la falta de voluntad política  y, por otra, por la insuficiente disponibilidad de servicios públicos esenciales, tales como agua potable, acueductos y alcantarillado, energía eléctrica, y conectividad para telecomunicaciones.

La nueva realidad construida en ésta ciudad requiere urgentemente de la revisión del concepto urbano que implique la valoración de lo existente como objeto histórico, elemento de análisis y estudio para enaltecer el historial memorial que permita trascender protegiendo y conservando su pasado por medio del recuerdo de la presencia de sus edificios y trazados urbanos considerados como valores que se deben atesorar, puesto que os mismos implican la agregación de diferentes estilos, épocas y necesidades sociales; siendo el resultado la alteración, la modificación y la superposición. Es así como, se realiza un triple ámbito: el de lo residencial, el de la forma urbana y el de lo monumental. De ahí que, no existe razón alguna para minimizar a Tegucigalpa como ciudad, y además estigmatizarla considerándola como anticuada por el proceso de la modernidad e industrialización, sino más bien, debe ser reconocida con un valor original que nos invita a la reflexión, producto de su historicidad y desarrollo dentro del proceso de urbanización que ha sido trasformada por las aportaciones y agregaciones recibidas a lo largo de los siglos, mismas que la elevan para ser contemplada como una ciudad museificada.  

Todo lo anterior, asegurará a la población que habita ésta bella y acogedora ciudad capital de la seguridad básica para la convivencia. Si la violencia y el desorden se van apoderando de los habitantes, se va desdibujando la imagen de lo que puede haberse considerado un lugar agradable para vivir en él. De otro lado, la convivencia exige el cumplimiento de una serie de normas mínimas de respeto por la protección, conservación y cuidado de la infraestructura de la ciudad misma, así como por los mismos pobladores, como ser: el abstenerse de alterar la tranquilidad con eventos sociales excesivos en ruido, el no ocupar espacios públicos o zonas correspondientes a propiedad privada con automóviles mal estacionados o con improvisados puntos de venta de misceláneas y el no ubicar fábricas o lugares de servicios en zonas residenciales.

Todos estos factores deben ser considerados por las autoridades como una prioridad, especialmente si se pretende que una localidad habitacional atraiga la inversión internacional y el turismo. Para ello, es preciso respetar los planes de ordenamiento territorial y conservar los elementos que en otra época han permitido calificar a Tegucigalpa como lugar agradable para vivir.

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